MARYCARMEN HERRERA | LA SOLEDAD DEL PODER
El sistema de creencias que predomina en nuestra cultura, en nuestro país México, en este siglo XXI continua tamizado por las reminiscencias de un sistema patriarcal y androcéntrico; que si bien es cierto, coloca al hombre en un lugar de dominio y poder, conlleva efectos colaterales que son explorados en el día a día.
El tener un espacio para poder explorar cómo y de donde surge la consigna de: “tener que ser el fuerte”, “el que todo soluciona”, el proveedor, cumpliendo las expectativas de los demás; y poder darse la oportunidad de contactar con los sentimientos y conductas que estas premisas generan en él. La presión social y la presión interna, lleva a los hombres actualmente a un grado de estrés importante, que tiene un efecto en diversos ámbitos de su vida en la manera de vincularse con las personas a su alrededor; en muchos casos, les es difícil construir relaciones afectivas y fluidas con sus padres, con sus hijos y a veces existe una incapacidad para poder manifestar sus sentimientos por diversas razones que van desde no saberlos nombrar, distinguir, tener una limitación en expresarlos y esto, tampoco les permite crear momentos de intimidad en donde se permita escuchar , comprender, aceptar y empatizar con el otro y expresarse abiertamente creando ambos un momento de cercanía, aceptación y confianza.
Las exigencias del entorno desde la niñez, han sido de: ser fuerte, no mostrarse débil, no expresar sus sentimientos y esto genera “no sentir sus sentimientos”. El vivir conforme a estas exigencias le ha llevado a alejarse del contacto consigo mismos y ratificar la creencia existente de que: “el hombre es la cabeza y la mujer los sentimientos”, lo cual ha creado seres humanos incompletos e impide una relación equitativa y constructiva y con ello solo les condena a cumplir roles estereotipados que sustentan el dominio y la sumisión.
Es importante una introspección valorando el costo de “mantener su lugar y jerarquía” cuestionándose a sí mismo, ¿qué tanto? esto, le impide la construcción y lo confina a una soledad afectiva en donde el poder, deja de ser algo deseable.
Dado que somos seres integrales, esta lejanía puede tener como consecuencia que la vivencia y ejercicio de su sexualidad se vea también afectada al convertirse solamente en un desfogue genital y con ello demeritar también su oportunidad de disfrutar el placer sexual de manera plena, al “tener” que preocuparse por su desempeño y cumplimiento generando en muchos casos disfunciones sexuales que igualmente separan más a la pareja, aumentando la lejanía, el aislamiento lo cual puede formar parte de los factores de riesgo para generar violencia entre ellos y afectando el ambiente familiar.
Es por todo esto que un paréntesis en un mundo de retos, que le permita conocerse y ser él mismo, sin tener que demostrar o demostrarse; sin competir, simplemente dejándose “ser” y mirar hacia adentro; le permitirá asomarse a su mundo interno y poder valorar las consecuencias del cumplimiento de las expectativas de una sociedad a la que posiblemente jamás ha cuestionado y en donde toda su energía la ha apostado en “cumplir”.